miércoles, 22 de julio de 2015

UNA DE ESPIAS

El último año había sido terrible.  Sus ya mermados ingresos casi habían desaparecido entre tanto número rojo. Su salud se había resentido y su relación se encontraba un tanto tensa por el estrés que ambos soportaban.

Jaime decidió que, aunque fuera endeudándose un poco más, necesitaban un descanso, un cambio de aires... y sin consultar con Marta comenzó a buscar destino.

Anduvo revisando ofertas de viajes, hoteles y al fin dio con él.  Ahí estaba el destino perfecto: una oferta en un hotel en Buçaco (Portugal).
Las fotos que aparecían le transportaron a otro tiempo, algo distinto; además, el enclave era perfecto para su propósito.  Se encontraba en una Mata, una reserva natural, y era zona de balnearios por si les apetecía un poco de hidroterapia.  Portugal siempre resulta un  destino ni excesivamente caro ni excesivamente lejano, pensó para sus adentros, y si eso era poco, el hotel contaba con el reclamo de una leyenda urbana:  Allí se alojaron algún que otro espía de la II Guerra Mundial. Amante como era del cine negro, fue la guinda que coronó el pastel  y le hizo finalmente decidirse.

Quedaba lo peor: ¡convencer a Marta! dispuso una cena en casa, y a los postres, en una caja-joyero, le entregó la reserva del hotel.  Ella , además de sonreír, no pudo negarse.

Con el equipaje en el maletero del coche comenzaron la aventura del viaje. Hacía tiempo que no disfrutaban tanto y cuando llegaron al Hotel no les defraudó, era mejor que en las fotos que habían ojeado. Se sintieron parte de la historia que guardaba celosamente el Hotel y sus paseos entre vegetación y agua. Si tuvieran que elegir un lugar, entre todos los que se le ofrecían, sin duda era el salón de café, una estancia revestida de ricas maderas, biblioteca, cuero en los sillones, cuadros, un gran piano de cola y al fondo: la barra del bar. Al caer la tarde o tras la cena, plácidamente instalados en los grandes sillones de cuero y escuchando las melodías que el pianista interpretaba, Marta y Jaime observaban el deambular de los huéspedes, ataviados para la ocasión, como si se tratara de un acto protocolario, tenían todos ellos un aire distinguido y los había de diversas nacionalidades, se entretenían  inventándose sus vidas, historias más o menos rocambolescas, unas veces licenciosas y otras casi monacales.

A lo largo de los días que allí estuvieron y con rigurosa puntualidad aparecía un hombre de bastante edad, sin poder precisar cuanta por la buena presencia que tenía con su traje oscuro y pajarita siempre al cuello que le daba un aire de altiva distinción.  Se dirigía a un lugar determinado del salón que el resto de huéspedes respetaban como suyo, el camarero siempre sin preguntar le servía un whisky y tras el primer trago permanecía allí durante horas en silencio y con la mirada perdida.

Marta y Jaime intentaron, más de una vez entablar conversación pero, educadamente y en un inglés exquisito, cortó cualquier inicio de acercamiento. Aquel personaje cada día les intrigaba más con su ritual, aspecto impecable y semblante enigmático e impenetrable.

La última noche no pudieron controlar su curiosidad y preguntaron al camarero, con quien habían fomentado cierta complicidad, si sabía quién era aquel caballero.

El camarero tras una sonrisa pícara, como quién espera una recompensa, les contó todo lo que se decía de ÉL en el Hotel.

-"El mister" Ian Smith, decían que había sido miembro del MI6 y frecuentó el Hotel durante los años de la Guerra cuando las intrigas se gestaban en aquellos salones. Fue allí donde conoció a una bella japonesa, O-Cio Iwasaki, que acompañaba a su marido, un capitán de la Marina Japonesa de gesto siempre adusto y mal talante y que se decía formaba parte del temido Kempeitai japonés y al parecer estaba intentando conseguir acuerdos de exportación de metales portugueses o españoles para su País.

Entre la bella japonesa y el caballero inglés sin darse apenas cuenta, surgió un apasionado romance que guardaron en secreto y solo fue posible disfrutar en contadas ocasiones que coincidieron en el Hotel, con miedo de ser descubiertos por el marido y la venganza que este pudiera urdir.

Al finalizar la contienda y gracias a sus contactos, Smith consiguió localizar a su bella japonesa, dado que ella no podía abandonar a su esposo, acordaron coincidir 1 vez al año, siempre en la misma fecha, en aquel Hotel donde se habían conocido.

Un año O-Cio no asistió a su cita,el siguiente año tampoco lo hizo pero él fiel a su palabra de gentleman no había dejado de asistir año tras año convirtiéndose, al contrario que en la leyenda, en un Ulises que espera a una Penélope que nunca podrá regresar ya que le esperaba en otro destino.

Los dos se miraron estaban sin palabras, era la historia de amor y lealtad más bella y triste que habían escuchado. Si antes el personaje les parecía peculiar ahora sentían admiración por él.

Acordaron con el camarero, no sin dejarle antes una propina, que les llamaría los próximos años para informales de la asistencia del personaje a su cita, no querían perderse el final. Dos años fue fiel al día y lugar señalado, el tercero les informó que Smith no había asistido porque por fin había salido al encuentro de su amada en el nuevo destino.

Marta y Jaime se miraron y sonrieron cómplices, sabiendo que los enamorados estarían juntos,  por fin, toda la eternidad.

Muito obrigado




UN CUADRO Y UN MINIRRELATO

LA FOTOGRAFIA: Hotel Bussaco
EL CUADRO: una de las obras de JAMES HART DYKE "el pintor de los espías"
MUSICA: Fado Portugués interpretado por Amalia Rodrigues

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