jueves, 30 de abril de 2015

LA MALDICIÓN DEL CONTRABAJO


A mi me lo contaron, quien sabe si es verdad o fruto de la imaginación de un buen vendedor, juzguen ustedes.

Soy Willian, un día cualquiera, de cualquier mes, vagaba entre viejos objetos, ropa, zapatos que sus dueños querían perder de vista lo antes posible, en el Mercado de Pulgas de Brooklyn. No se en que momento atrajo mi atención el enorme estuche viejo y ajado de un contrabajo. No solo era aquél bártulo el que me atraía, eran las manos de quien lo sostenía.

Me acerqué al hombre, un negro alto de gran porte a pesar del aire de derrota que le acompañaba.  Tenía aún el porte de quien esta acostumbrado a ser el centro de miradas.

Al principio me ignoró con cierto desprecio que hizo que me interesara aún si cabe más por él.

Le pregunté si vendía aquel estuche. Me miró fijamente y sin apartar los ojos de mí contesto, casi escupiendo las palabras,-si, lo vendo y el contrabajo también. Sólo me ha traído problemas- y comenzó a relatarme su historia.

Se llamaba Charlie y había sido contrabajista de jazz, eran los buenos tiempos y aún estaba casado con Elise, todo funcionaba perfectamente y eran todo lo felices que se podía ser en aquellos tiempos hasta que compró aquel maldito instrumento que cambió el rumbo de su vida.

Alternaba tocando en varios garitos de jazz de la ciudad, incluso llegó a hacerlo en el "Village Vanguard" en la 178 th Ave, pero todo cambió.  Fue enamorándose de aquel instrumento, cada vez le costaba más separarse de él, se volvió más y más adicto. Era como acariciar el cuerpo de una mujer que lo tenía embrujado.  Tocaba y tocaba sin parar, corría de un local a otro y sin pausa, pulsaba sus cuerdas. Pasaba todas las noches entre humo y copas acariciando aquel esplendido cuerpo de mujer que tenía entre sus manos.

Llegaba a casa entrado el día, exhausto y borracho y al final Elise no pudo más y le abandonó y alguien le contó que no pudo con su tristeza y que acabó quitándose la vida por lo que él arrastraba un sentimiento de culpa.

Él, como podía ver, estaba solo, triste y derrotado ya ni tan siquiera sus manos podían acariciar aquel bello cuerpo de mujer encerrado en el  embrujado contrabajo que arruinó su vida.

Compré aquel viejo contrabajo como pago a la historia que me contó; duerme recostado en la pared de mi salón esperando el día que reúna el valor suficiente para tocarlo.


UN CUADRO Y UN MINIRRELATO

El cuadro:"Música Contrabajo" de Patxo Crucela Olalde

La música: "Olé" John Coltrane

miércoles, 22 de abril de 2015

ABUELA CUENTAME UN CUENTO


 -¡Abuela! cuéntame un cuento.
  -Pero, niña, ¿otra vez?-contestó la abuela, -si, por favor abuelita, cuéntame un cuento.

  La abuela no pudo negarse a los deseos de su nieta y, por unos segundos, detuvo su labor, entornó los ojos y paralizó el balanceo rítmico de su mecedora.

Parecía que aunque su cuerpo seguía allí, ella se había marchado muy lejos; en efecto así era.

Estaba en el País Fantástico, ese lugar donde los sueños son reales y del que tantas veces había hablado a su nieta. Donde, día tras día, robaba historias que luego le relataba mientras la niña la miraba con su cara de asombro.

-¡Abuela, cuéntame un cuento, porfa, no te hagas de rogar!

Esta última petición sacó a la abuela de su ensueño y volviendo a la realidad comenzó a balancear su ya vieja mecedora, las nervudas manos volvieron a tomar vida y siguieron tejiendo la interminable manta que siempre cubrían sus piernas. Con su voz de contadora de historia empezó a desenredar la trama del cuento que en esta ocasión había rescatado del País Fantástico para su nieta.

Día tras día, la abuela fue desgranando historias que había oído a sus abuelos y éstos de los suyos… y sin darse cuenta inició a la pequeña en ese mundo de relatos unas veces fantásticos y otras casi tan reales como la vida misma.


La niña dejó de ser pequeña pero no dejó de soñar. Su abuela ya no estaba para contarle sus historias, se había retirado finalmente al País Fantástico, donde éstas moraban, pero no sin antes dejarle un último regalo: le descubrió los libros y el mundo mágico que contienen. Desde entonces, hasta en los peores momentos, siempre le acompañaron, se hizo bibliotecaria para estar cerca de ellos, no ha dejado de leer y ahora escribe cuentos.


UN CUADRO Y UN MINIRRELATO
El cuadro: "Abuela y nieta" de Anna Ancher



miércoles, 1 de abril de 2015

ERA PRIMAVERA

Era primavera, lo recuerda bien, cómo iba a olvidarlo si aquel momento cambió su vida. Recordaba cada instante, cada detalle del día en que le conoció; la ropa que llevaban, el perfume que exhalaban, sus miradas cruzadas, el temblor de su cuerpo al verle, el calor abrasador que le inundaba en cada roce casual de su piel cuando le acompañó. Ha olvidado las palabras que se dijeron, pretextos, meras excusas para justificar ese café que se debían tras largas conversaciones telefónicas y que nunca pensó que iba a trastocar su monótona vida. Qué importaban aquellas palabras que nada decían cuando tenían sus miradas que lo decían todo; qué importaba lo que les rodeaba, el escenario no fue idílico, ellos no lo veían.  Supo al instante que su vida era una mentira, que tal vez nunca estuviera junto a él, pero debía hacer un alto en el camino y cambiar su modo de vida. Ahora tenía la certeza de poder sentir.

No se dijeron nada y se dijeron todo. Tras aquel primer encuentro hubo otros muchos hasta que no pudieron separarse. Quedaron unidos y así llevan miles de días, cientos de noches y  vendrán más.

UN CUADRO Y UN MINI RELATO
Cuadro: "El Beso" de Gustav Klimt